viernes, 24 de febrero de 2017

Random: instrucciones para escuchar al nuevo Charly García


Pablo Ruocco

Asumo que hace algunos días que sentía una impaciencia adolescente, esa que suele conectar a los fans con su artista (me asumo fan de Charly García y desde ahí escribo).

Sabía que hoy, 24 de febrero, iba a estar disponible su nuevo disco, Random. Por suerte (¡?) las actuales plataformas digitales evitan que se expanda la ansiedad más allá de las exactitudes del reloj: ya no es necesario caminar por disquerías obsoletas o “mundos de música” cada vez con menos discos en donde años atrás, cada vez que salía un disco anhelado, las respuestas de quien atendía se repetían: “todavía no lo tenemos, tal vez en unos días…”. Hoy fue distinto: como si supiera o entendiera mi espera urgente, mi hija de cuatro meses amaneció 6.15 am, ofreciéndose como compañera entusiasta para la primera escucha. Para mejor, la mañana se presenta con niebla, densa, gris. Escenografía perfecta para potenciar la experiencia.

Acomodé a mi hija en su sillón para bebés, me dispuse cerca de ella. Mi intención era compartir con ella la escucha de un disco, experiencia cuasi extinta en la actualidad. Y la música empezó a rodar… Un racimo de diez canciones bien diversas, bien García: ritmos definidos y potentes, melodías de guitarras y pianos (y sintetizadores) que se balancean entre lo ameno y lo amenazante; el bajo siempre presente, ladero, sostén. Y él: instrumento en sí mismo, cuya orquesta de cuerdas, teclas y parches bailan, desprolijos, sobre una pista que conoce a la perfección. Conforme pasan los temas, emergen citas (melódicas y textuales) a Kubrick (Ella es tan Kubrick), a los Beatles (Mundo B), a The Byrds (Believe); canta sobre Hitler, Tinelli, Jesús y el Papa con igual desparpajo. Una muestra precisa del gen García: alguien que de lo cotidiano hace arte. De sus variopintas experiencias de internación hace poesía con aires de los años 70 (Primavera), a partir de un problema entre vecinos, típico de programas de tv (Rivalidad) logra un manifiesto digno de leer en cualquier reunión de consorcio, en donde parece reírse y trascender la mediática grieta (“viva la rivalidad”); incluso cuando se pone naif al referirse a los Amigos de Dios, logra un tono ácido, irónico, hasta por momentos humorístico para decir de una manera elevada, hermosa, lo que muchos pensamos (y decimos, de modo mucho más vulgar) de los pastores televisivos. 

Promediando el disco – al menos en la primera escucha ordenada, obediente al orden propuesto – aparece una díada de canciones exquisitas: Otro y Lluvia. Dos composiciones que condensan los extremos del universo García. La primera, un rock mid-tempo furioso, con insultos, referencias al fascismo y al psicoanálisis en igual dosis. Con un trasfondo pessoano (“yo es otro”), construye un juego de espejos enfrentados que multiplican al infinito las versiones de sí mismo. De inmediato, “Lluvia” viene a – paradójicamente – calmar las aguas: “ya vez, amanece otra vez / por eso es que hoy llovió”. En donde las melodías amables alla Sui Generis hablan del sol, la lluvia, el amanecer y esas paradojas cotidianas “ya ves que no te puedo dejar / las cosas que vos querés”.     


Conforme se acerca el final del disco, yo también camino por territorios bien distintos aunque igual de imprecisos: me emociono por compartir con mi hija el material nuevo de uno de mis ídolos musicales, también me enojo por sentir cierto exceso de photoshop sonoro en su voz; finalmente me siento satisfecho: de la experiencia García uno nunca sale igual que como entró. Promediando el último tema, “Mundo B”, la niebla que se sostiene afuera parecería coincidir con los tonos predominantemente densos, espesos, que componen un clima sonoro exquisito con referencias textuales a The Beatles. Suena la alarma con la que me tendría que haber despertado. Mi hija se durmió, yo siento que mi día ya valió la pena. “Random no es cualquier cosa”, reza Charly con la simpleza del sentido común y la profundidad de quien construye conceptos e ideas casi sin darse cuenta. Yo le hago caso. Pienso que el nombre del disco contiene una instrucción: no importa el orden, la música – al menos la suya - no obedece a linealidades. Dispongo función shuffle y el disco vuelve a sonar.  El mismo, pero de otra manera. Tan igual a sí mismo como diferente. Como Charly García. 

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