Pablo Ruocco
Asumo que hace algunos días que
sentía una impaciencia adolescente, esa que suele conectar a los fans con su artista
(me asumo fan de Charly García y desde ahí escribo).
Sabía que hoy, 24 de febrero, iba a estar
disponible su nuevo disco, Random. Por suerte (¡?) las actuales plataformas
digitales evitan que se expanda la ansiedad más allá de las exactitudes del
reloj: ya no es necesario caminar por disquerías obsoletas o “mundos de música”
cada vez con menos discos en donde años atrás, cada vez que salía un disco
anhelado, las respuestas de quien atendía se repetían: “todavía no lo tenemos, tal vez en unos días…”.
Hoy fue distinto: como si supiera o entendiera mi espera urgente, mi hija de
cuatro meses amaneció 6.15 am, ofreciéndose como compañera entusiasta para la primera
escucha. Para mejor, la mañana se presenta con niebla, densa, gris. Escenografía
perfecta para potenciar la experiencia.
Acomodé a mi hija en su sillón para
bebés, me dispuse cerca de ella. Mi intención era compartir con ella la escucha de un
disco, experiencia cuasi extinta en la actualidad. Y la música empezó a rodar…
Un racimo de diez canciones bien diversas, bien García: ritmos definidos y
potentes, melodías de guitarras y pianos (y sintetizadores) que se balancean
entre lo ameno y lo amenazante; el bajo siempre presente, ladero, sostén. Y él:
instrumento en sí mismo, cuya orquesta de cuerdas, teclas y parches bailan, desprolijos, sobre una pista que conoce a la perfección. Conforme pasan los
temas, emergen citas (melódicas y textuales) a Kubrick (Ella es tan Kubrick),
a los Beatles (Mundo B), a The Byrds (Believe); canta sobre Hitler, Tinelli,
Jesús y el Papa con igual desparpajo. Una muestra precisa del gen García:
alguien que de lo cotidiano hace arte. De sus variopintas experiencias de
internación hace poesía con aires de los años 70 (Primavera), a partir de un
problema entre vecinos, típico de programas de tv (Rivalidad) logra un
manifiesto digno de leer en cualquier reunión de consorcio, en donde parece reírse
y trascender la mediática grieta (“viva la rivalidad”); incluso cuando se pone
naif al referirse a los Amigos de Dios, logra un tono ácido, irónico, hasta por
momentos humorístico para decir de una manera elevada, hermosa, lo que muchos
pensamos (y decimos, de modo mucho más vulgar) de los pastores televisivos.
Promediando
el disco – al menos en la primera escucha ordenada, obediente al orden
propuesto – aparece una díada de canciones exquisitas: Otro y Lluvia. Dos composiciones
que condensan los extremos del universo García. La primera, un rock mid-tempo
furioso, con insultos, referencias al fascismo y al psicoanálisis en igual
dosis. Con un trasfondo pessoano (“yo
es otro”), construye un juego de espejos enfrentados que multiplican al
infinito las versiones de sí mismo. De inmediato, “Lluvia” viene a – paradójicamente
– calmar las aguas: “ya vez, amanece otra vez / por eso es que hoy llovió”. En
donde las melodías amables alla Sui
Generis hablan del sol, la lluvia, el amanecer y esas paradojas cotidianas “ya
ves que no te puedo dejar / las cosas que vos querés”.
Conforme se acerca el final del
disco, yo también camino por territorios bien distintos aunque igual de
imprecisos: me emociono por compartir con mi hija el material nuevo de uno de
mis ídolos musicales, también me enojo por sentir cierto exceso de photoshop
sonoro en su voz; finalmente me siento satisfecho: de la experiencia García uno
nunca sale igual que como entró. Promediando el último tema, “Mundo B”, la
niebla que se sostiene afuera parecería coincidir con los tonos
predominantemente densos, espesos, que componen un clima sonoro exquisito con
referencias textuales a The Beatles. Suena la alarma con la que me tendría que
haber despertado. Mi hija se durmió, yo siento que mi día ya valió la pena. “Random no es cualquier cosa”, reza
Charly con la simpleza del sentido común y la profundidad de quien construye
conceptos e ideas casi sin darse cuenta. Yo le hago caso. Pienso que el nombre
del disco contiene una instrucción: no importa el orden, la música – al menos
la suya - no obedece a linealidades. Dispongo función shuffle y el disco vuelve a sonar.
El mismo, pero de otra manera. Tan igual a sí mismo como diferente. Como
Charly García.
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