martes, 28 de julio de 2015

Sobre las (im) posibilidades de entendernos con otros/as | Psicodrama de la Vida Cotidiana

Pablo Ruocco

                Retomando esta joven aunque entusiasta columna, les recuerdo que la propuesta es pensar el Psicodrama, mejor dicho desde el Psicodrama, escenas de la vida cotidiana, situaciones comunes, aparentemente banales,  para poder mirarlas, desde una perspectiva grupal –en este caso, yo escribiendo, ustedes leyendo-, y poder, en conjunto, reflexionar al respecto. El desafío será el de indagar en sucesos en apariencia triviales, sin la exigencia de generar teoría, sino un modo singular de producir texto, enhebrando experiencias, situaciones, “escenas” de la vida cotidiana, con los modos de intervención, técnicas y conceptos provenientes del Psicodrama. Esa es la propuesta…

En esta oportunidad les quiero compartir una situación que no fue una, sino muchas. A propósito del X Congreso Iberoamericano de Psicodrama, hace algunos meses, tuve la oportunidad de viajar al país hermano de Chile, más precisamente a su ciudad capital: Santiago de Chile.
A lo largo de la estadía, junto a los colegas con quienes viajé, nos sucedió en varias oportunidades, la situación de acercarnos a algún/a chileno/a a consultarle algo (ubicación de alguna calle, algún pedido en un local de comida, etc.). A pesar de hablar el mismo idioma –el castellano- fueron muchas las oportunidades en las que nos sentimos desencajados al no poder comprender su respuesta, ya sea por la utilización de algunas palabras muy específicas –modismos- de su país, como así también por la velocidad o modo –distinto al nuestro, argentino – en el que hablaban.
La escena que quiero compartirles trata sobre la posibilidad/imposibilidad de entendernos/ hacernos entender con otros/as.

Escena: en este caso, describiré una situación específica que percibí de cerca, entre un colega que viajó conmigo a Chile y un vendedor de un comercio de comida.
El protagonista de esta escena es un colega psicólogo y psicodramatista, de unos 40 años, que llamaré H. El lugar en el que se desarrolla la situación es un local de comida, algo similar a un kiosco. Además de H., el otro personaje será el encargado del local.
La escena comienza cuando H. ingresa al local y pide algo para comer. El comerciante le describe una variedad de posibilidades, muchas de ellas difíciles de entender para H.: Barros Jarpa, Barros Luco, sándwich en pan de molde, gordas, completo italiano…
Ante el desconcierto y la enorme dificultad para comprender las opciones culinarias, H. pregunta qué es un sándwich en pan de molde. El comerciante, entre resignado y algo fastidioso, saca de un mostrador un envase con dos sándwiches de pan de miga y se lo muestra.

Despliegue de la escena
Rápidamente, podríamos dar cuenta que, en esta escena, el protagonista es H. Por otro lado, tenemos un Yo Auxiliar: el comerciante. Si imagináramos el comercio, repleto de objetos comestibles y bebibles, podría ser interesante darle “voz”  alguno de ellos, testigos silenciosos de esta escena de desencuentros.
En un primer momento, podríamos indagar sobre los pensamientos y sensaciones –soliloquios- de cada uno de los personajes de la escena: por un lado, H. siente “hambre, ganas de comer algo, de probar algún alimento típico de Chile”. El Comerciante, al identificar rápidamente a H. como extranjero, podría tener “sensación de extrañeza” y un pensamiento del tipo: “otra vez tendré que hacer un esfuerzo extra para hacerme entender”.
Avancemos en la situación. H. pregunta qué es lo que puede comprar para comer. El comerciante le ofrece algunas opciones: Barros Jarpa, Barros Luco, sándwich en pan de molde, gordas, completo italiano…
Un ejercicio más que interesante, sería el de pedir al grupo –en este caso, a ustedes, lectores- que hagan lo que en Psicodrama llamamos doblajes: poder ubicarse imaginariamente, en el lugar de alguno de los dos personajes y expresar qué otras cosas podrían estar diciendo o pensando. Del lado de H.: “no te entiendo, me podés ser más claro?”, “por qué hay tanta diferencia con un kiosco de Argentina?”,me enoja mucho no poder entender a este tipo!”. Del lado del comerciante: “¿qué es lo que no entiende?,¡ si estoy siendo claro!”, “Dale, decidite y comprá, que hay gente esperando!”. Y la lista de doblajes, seguramente sería infinita.
¿Cuántas veces nos encontramos con situaciones similares, en donde nos resulta muy difícil poder entender al otro/ hacernos entender? En el trabajo, en la calle, incluso en el seno de la familia, de manera frecuente podemos encontrarnos con que resulta muy compleja, e incluso confusa, la comunicación con el otro. ¿Qué alternativas podríamos encontrar ante tales dificultades? ¿Cuánto inciden las nuevas modalidades de comunicación –celulares, video-llamadas, etc- en mantenernos cada vez más in-comunicados?
Volviendo a nuestra escena, podemos dar cuenta cómo la diferencia de costumbres, modismos y formas, dificulta la comprensión entre personas. Al mismo tiempo, son esas particularidades, tan propias de cada cultura, incluso de cada pueblo o barrio en que vivimos, las que nos forjan nuestra identidad.
Quizás podríamos pensar que comprender al otro en su totalidad es, en definitiva, una utopía. ¿No resultaría más provechoso tolerar las diferencias, incluso tolerar las incomprensiones y convivir con ellas, sin considerarlas un obstáculo, sino más bien algo diferente que nos enriquece y distingue?

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