miércoles, 13 de julio de 2016

Misery | CINOteca



No era muy tarde. Volví zigzagueando las dos cuadras, mirando bien para cruzar porque me aterran los autos. Abrí la puerta y me acordé que mi mamá estaba de visita. Intenté saludarla de lejos pero se apareció en mi habitación “qué miseria, qué lástima” decía. Seguimos hablando bastante porque detesta a las borrachas; para ella hay ciertas cosas que exceden los límites de la feminidad y además es muy reina del drama… 
Lo único que escuchaba era el sonido de mi corazón subiendo su redoble sin pausas mientras la oscuridad se hacía calesita. Entonces sentí la contracción: como una muerta viva me levanté de un salto y con ese gesto general persistiendo en el cuerpo, atravesé el pasillo no muy largo que lleva hasta el baño. Cuando iba por la mitad, rebotando entre la contención de las paredes, tuve que agarrarme la boca con las manos mientras notaba la textura de la comida a medio digerir.
En mi cabeza trataba de manejar la situación y no hacer ruido, las palabras de mi mamá se loopeaban sinfónicamente musicalizando la escena de la “miseria femenina” (qué miseria, qué lástima, una chica en ese estado♫). Empujé la puerta con el hombro y entré atolondrada, haciendo sonar todo a mi paso. Parecía una comparsa desajustada, una obertura sucediéndose hasta llegar al solo de sonidos guturales; el ruido de la puerta como un timbal iniciático. No voy a pensar en esas frases, no las voy a decir. Trataba de vaciar mis manos en el inodoro y casi llego pero la sensación se agudizó tan rápido que tuve que avanzar. Las manos sobre la taza y ahí viene; anticipándose a la entrada del director que todavía levanta la batuta sin señalar, chorreándose en la pared acompañado de lágrimas. Como un manantial fétido brotando de todos los amarillos y rosas de la última, escasa cena y el alcohol en caída libre… todo lo que me gasté visibilizado en fluidos y el tema que no deja de sonar y se repite obstinado “qué miseria, qué lástima. Qué miseria, qué pena. Qué miseria, qué lástima. Qué miseria, qué pena”.

Julia Montecchia


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